Reflexiones desde el confinamiento
Hola a todos, tenía ganas de volver
a escribir, pero necesitaba tiempo para meditar mis palabras.
Estos días de soledad apartado
físicamente, que no virtualmente, de mis seres queridos, me ha servido para reflexionar sobre un viaje mental que comenzó hace
casi 1 año. Este año algo en mi ha cambiado mi forma de pensar, bueno, lo más
adecuado sería decir: “matizar mis pensamientos”. Esto es así porque estos
pensamientos estaban ya dentro de mi hace tiempo, pero me costaba sacarlos o
admitirlos. Yo creo que en el fondo tenía miedo de aceptar que estaba
cambiando, aceptar que en algunos aspectos estaba equivocado o por lo menos no
del todo acertado.
Cuando era más joven yo siempre
decía: “soy católico y de derechas” y con ello trataba de definirme como si quisiera
encajar en algo. Con los años me di cuenta de que quizás no era de esa derecha
tan antigua y me empecé a definir como liberal (o mejor dicho neo-liberal). Esta
última clasificación tiene su origen en mi formación universitaria y mente
terriblemente analítica en muchos aspectos. Es verdad que matemáticamente la
economía liberal funciona mejor que la economía social, en el sentido de que es
mejor que el mercado se (auto)ajuste que el utilizar políticas proteccionistas.
Pero el otro día llegué a
esta reflexión: la economía, a pesar de tener una base muy fuerte en las
matemáticas no deja de ser una ciencia social. Una ciencia social tiene un
impacto humano muy importante y por mucho que lo intentemos el comportamiento
humano es impredecible (aunque haya modelos matemáticos potentes que traten de “dibujarlo”).
Quiero decir: que por mucho que intentemos basar todas las decisiones en un
modelo matemático-económico este no es infalible porque no tiene todos los datos
necesarios, la reacción de las personas.
Con esto no quiero decir que vaya
a apoyar el socialismo y alejarme del liberalismo, pero sí intentar entender
mejor el por qué ciertos economistas defienden unas u otras teorías. También
con esto no quiero decir que no haya gobiernos malos de un lado y de otro. En
la actualidad, en España, probablemente tengamos uno de los peores gobiernos de
la historia, no solo por la gestión pésima de la situación, sino por ciertos
pactos con partidos de origen terrorista. Ahora, la oposición no está tampoco a
la altura, ya que, solo protesta, pero no ofrece alternativas.
Supongo que algunos os preguntaréis
dónde empezó ese cambio. En julio de 2019 me marché a vivir 4 meses a Palma de
Mallorca. Antes de eso nunca había entendido las diferencias que algunas CCAA
tienen con Madrid (decir que esas diferencias también son con Cataluña). Pues bien,
el estar ahí me hizo ver que a veces las decisiones se toman beneficiando a la
capital (por ser el motor económico principal del país) y a Cataluña (por ser otro
motor, pero también para contentar a los políticos nacionalistas). Este olvido provoca
recelos en el resto de las regiones y por lo tanto genera conflictos. Si no
hubiera estado ese tiempo en Palma, no hubiera sido consciente de esta
situación por el mero de hecho que no tenía la información directa y no sufría algunos
de los inconvenientes (p.ej.: una infraestructura pobre de carreteras a pesar
de tener una densidad muy alta de turistas).
Un fuerte abrazo,
Otto
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